El caminar, esta actividad tan básica y esencial para los seres humanos que nos ha acompañado a lo largo de millones de años en nuestra evolución y crecimiento para sobrevivir y funcionar adecuadamente, puede llegar a ser también un poderoso instrumento para mantenernos más sanos, felices y presentes en la vida.
Así las cosas, caminar como hábito puede producir enormes beneficios en todos los ámbitos primordiales del ser humano. A continuación esbozo unos cuantos de ellos:
A nivel físico: Puede contribuir a adquirir una mayor resistencia y flexibilidad, a mejorar la circulación, la salud cardiaca y el sistema óseo-muscular, regular la tensión arterial así como a obtener una calidad de sueño más saludable. A nivel emocional puede ser un magnífico antídoto para alejar la depresión y el estrés, y en su lugar elevar el ánimo y la autoestima. Así mismo, resulta ser una excelente herramienta para adquirir mayor salud mental, puesto que con el caminar se aporta mayor oxígeno al cerebro con lo cual se previene el envejecimiento de las células cerebrales, logrando así una mente más ágil, focalizada y despierta.
Si todo lo anterior logró despertar tu atención en esta actividad esencial, te invito ahora mismo a experimentar una meditación activa, en la que sólo necesitarás dos elementos: tu respiración y tu caminar, estos dos regalos del Universo que enaltecen y reequilibran tu cuerpo, tu mente y tus emociones especialmente en esos momentos del día en que más lo puedas necesitar, así de sencillo, que dices, te animas?.
Comienza por tomar consciencia del contacto de tu cuerpo con el suelo, con la Tierra, a través de tus pies, siéntelos, y observa como transmiten el peso de tu cuerpo al suelo. Observa ahora como distribuyes el peso de tu cuerpo en cada caminar, asegúrate de equilibrar ese peso, de distribuir equitativamente el peso de cada lado de tu cuerpo mientras caminas.
Toma ahora consciencia de cómo participan las distintas partes de tu cuerpo en el andar: tus pies, tus piernas, tus caderas, tus brazos; observa como está tu postura, cómo está tu espalda, tus hombros, tu cuello, tu cabeza y tu rostro. Siente cada parte. Mientras te mueves en tu andar siente e imagina como el aire acaricia tu piel y lo respiras.
Comienza ahora a entrar en contacto con tu respiración consciente y profunda, para ir soltando alguna tensión que percibas en una zona puntual del cuerpo, si la hay libérala a través de exhalaciones profundas. (3-4 exhalaciones).
Ahora puedes adicionar este sencillo ejercicio de atención consciente: camina 20 pasos mirando al frente para ampliar tu campo de visión hacia delante, observa y percibe; continúa tu marcha dando otros 20 pasos mirando ligeramente hacia la izquierda; otros tantos mirando a la derecha y luego 20 más dirigiendo tu mirada al cielo. Después continúa tu andar con la mirada al frente, abriendo tu campo de visión de manera más perceptiva frente a todo lo que va pasando a la izquierda, a la derecha, arriba y abajo, sin intentar ni forzar nada, solo observando, percibiendo y contemplando.
Continúa caminando un rato más, según el tiempo del que dispongas, respirando, presenciando este momento y percibiendo más tu entorno por el movimiento de tu andar, mientras tus células continúan regenerándose, oxigenándose e intercambiando profunda energía.
Al finalizar tu caminata consciente percibirás como tu caminar se ha transformado en un reparador masaje para todo tu cuerpo sintiéndolo más relajado y al mismo tiempo más lleno de energía vital.
Así que cada vez que puedas, regálate este caminar consciente, permítete ese pasear en disfrute, respiración y presencia. Namasté.